sábado, 9 de enero de 2016

Sola

He estado sola tantas veces. Aun así, no sabría definir qué es lo que significa para mí la soledad. La mayoría de las horas que duran los días, lo que más deseo es llegar a mi habitación para no estar rodeada de nadie y sentirme libre. Sí, suena contradictorio, al menos a mí. ¿Cómo voy a ser capaz de sentirme libre si sólo estoy conmigo misma? ¿Si no puedo compartir pensamientos ni ideas, cómo voy a poder sentir algo parecido a la libertad? No sé expresarlo bien, supongo. Me frustra estar con gente, me agobia y me pone nerviosa. A veces pienso que son tonterías mías, pero relacionarme supone un problema para mí. No sé qué decir y me sonrojo con mucha facilidad. Me tiembla la voz y hasta tartamudeo. La gente debe pensar que soy imbécil. De hecho no hay nadie en este mundo con el que pueda ser yo misma. Con quien pueda decir lo que quiera cuando quiera. Por eso me gusta la soledad. No tengo que fingir nada. No tengo que sonreír por cortesía ni mantener estúpidas conversaciones que no me interesan. Sólo estoy yo y mi mente. Desnuda ante la vida.

Sin embargo, hay momentos que esto me causa mucha angustia. Y me duele el corazón al pensar que no hay nadie más a parte de mí misma con quien compartir mi vida. Echo de menos a alguien que nunca ha existido. ¿Qué es la soledad para mí? La salvación. El dolor. El frío. Sí, el frío. Vuelve a llamar a mi puerta, una y otra vez. No consigo desprenderme de él. Creo que me acompañará el resto de mi vida. Sus inquisidoras preguntas. Su incansable incertidumbre. El dolor más intenso. Me come poco a poco el alma. Me la desgarra. Y me siento, ni bien ni mal, simplemente me siento. Como quien se levanta por las mañanas para ir a trabajar. Vivir se ha convertido en una obligación. En lo único que puedo hacer. Aceptar esta situación cuesta más cada vez. Cuando pienso que me he conseguido desprender del frío, vuelve con más fuerza que nunca. Mostrándome la única verdad, la que me asusta y a la vez me alivia: que estoy sola.

Entonces, ¿qué hago? ¿Intento una vez más salir de aquí? ¿Me doy fuerza a mí misma para intentar olvidarme de todo? ¿O me resigno y me someto a la voluntad del frío, dejándome consumir poco a poco? Las desilusiones han hecho de mí una persona difícil. Me han despejado la existencia y me han permitido afrontar muchas cosas sin que lleguen a dolerme siquiera. Pero, ¿a qué precio? Si soy incapaz de sentir el calor de otra persona, si soy incapaz de darlo, si no puedo abrirme a nadie, ¿cómo puedo aspirar a tener otra vida que no sea esta? Una vida de soledad y sinceridad. Sin desgarros. Llena de mí, pero sin ilusión. Una vida fría.