lunes, 14 de febrero de 2011

El secreto de la belleza

La belleza de las matemáticas no es un secreto para aquellos quienes han descubierto en ellas mucho más que un sistema de números. Como el artista, el científico es un amante de la naturaleza y del atractivo de ésta. Muchos hombres de ciencia encuentran la motivación para hacer su trabajo en la emoción estética que sienten al descifrar el mundo y las leyes que rigen el comportamiento de la materia. En su búsqueda, los científicos perciben una belleza intemporal en aquello que descubren, muchas veces comparable a la del arte. La biología, la física, la química y la matemática, producen en sus estudiantes una fascinación parecida a la causada por la literatura, la pintura o la música.

El arte es la máxima expresión de belleza creada por el hombre y, por lo tanto, la forma más fácil de llegar a entender la belleza que esconde la ciencia formal. Desde la antigüedad las manifestaciones artísticas propias del ingenio humano revelan relaciones que pueden ser analizadas con a partir de elementos matemáticos, y es que estos dos conceptos están unidos desde los inicios de nuestra civilización. Si bien es cierto que los ideales estéticos y los cánones que los conforman han ido cambiando a través de los años, estos mismos ideales son los que se rigen a normas racionales. Lo que quiero decir es que aunque muchas opiniones afirman que el concepto de belleza es subjetivo, lo que pretendo no es discutir eso, sino argumentar que cada diferente concepción de la belleza estará basada en leyes matemáticas y lógicas, haciendo uso de elementos como la proporción y la armonía.

En cierta manera, a través de estudios metódicos, queda demostrada la presencia de elementos matemáticos en cualquier obra de arte, por pequeña que sea. Es más, me gustaría ampliar esta última frase y apuntar que a cualquier objeto es posible encontrar un patrón proporcional que nos hace que nos guste o que nos parezca horroroso.

Cuando los humanos realizamos un cuadro, una escultura, una poesía o cualquier cosa referente al arte es un intento de expresión de aquello que sentimos y de aquello que nos rodea. Inconscientemente esta manifestación queda supeditada a un patrón que, regido por nuestra mente, nos da la concepción de belleza. Parece ser pues, que nos parece más “bonito” aquello que tiene algún “sentido”.

Con esta última reflexión plasmo un debate que me he planteado a menudo a lo largo de mi vida. ¿Hasta dónde llega el alcance de las matemáticas y de la lógica dentro de nuestra aparente irracionalidad a la hora de pensar, sentir o actuar? ¿Está presente el pensamiento científico más allá de las cuestiones meramente físicas?

Yo siempre he querido pensar que la ciencia y la arte están unidas dentro de nuestro pensamiento y que el una depende de la otra para su expansión, puesto que, de hecho, las dos disciplinas derivan en última instancia de un mismo origen: nuestra mente. Aún así, pienso que el secreto de la sensación de belleza es eso mismo, que sea secreto. Es decir, que el punto donde ambas disciplinas confluyen tiene que ser indeterminado para que el resultado sea atractivo. No sabemos la razón de porque las cosas nos parecen bonitas y porque ciertas proporciones son más agradables que otras. Pero no hace falta saberlo, puesto que si lo descubriéramos, si encontráramos una fórmula matemática para la belleza, haríamos que todo fuera armonioso de tal manera que la magnificencia de aquello bonito desaparecería.


"Es posible que las ciencias físicas permitan algún día a nuestros descendientes establecer las concomitancias y condiciones físicas exactas de la extraña emoción llamada belleza. Pero si ese día llega, la emoción subsistirá lo mismo que ahora fuera del radio de acción del mundo físico."

Thomas Henry Huxley, biólogo británico.