miércoles, 26 de enero de 2011


Al final estamos solos. No hay nadie que controle nuestras decisiones ni nuestros pensamientos. Pueden influenciarnos o manipularnos pero la última palabra está en nuestras manos. No esperar nada de nadie es la mejor solución, depender de uno mismo sin excepciones es lo mejor que podemos hacer. Dicen que es fácil dejar todo atrás y huir, pero yo creo que es lo más difícil de hacer en esta vida. Nos acomodamos en rutinas y responsabilidades superfluas, cosas banales que no nos importan y que hacemos mecánicamente. Romper con todo, intentar que no nos importe ni la mínima opinión de cualquier persona es la tarea más complicada. Confiar en alguien ciegamente es la gran perdición, es el mayor error que podemos cometer, porque eso nos ata, nos deja sin escapatoria, y al darnos cuenta, es cuando deshacer ese lazo se hace enormemente doloroso. Podrán llamarme cobarde por querer huir e irme más allá de todo lo que me rodea, pero a mi parecer, es el peor momento por el que estoy pasando. Renunciar a sueños, mandar mi esfuerzo a la mierda, decepcionar a un sinfín de personas, dejar atrás todo lo que ha significado mi vida hasta ahora, absolutamente todo, duele más que nada. La decisión no está tomada, pero me estoy dejando llevar por ella. Estoy permitiendo que me invada la indiferencia y el miedo, aprendiendo que ahogarse uno solo es lo peor que se puede hacer. O lo compartes con alguien (cosa que no recomiendo puesto que nadie te entenderá y al final todo acaba siendo una batalla peor y más grande) o dejas que te embargue la más ínfima soledad. Esa soledad que duele, que aprieta el pecho por dentro y que comprime la cabeza hasta que parece que el cerebro es solo un punto. Pero que hace que lo saques todo fuera, que lo grites, que llores sin pensar en quien te escucha. Me importa todo una mierda, estoy ya muy quemada para ir preocupándome por detalles o por falsas ilusiones que al fin y al cabo acaban siendo eso, ilusiones, pajas mentales que nunca se cumplen y que hacen que te decepciones y pierdas la confianza. Porque nadie a parte de tú mismo se va a preocupar por ti y por complacerte. Estaremos solos cuando de verdad nos haga falta, en ese punto de desesperación y locura solo quedo yo y mi mente, en un profundo debate entre lo que se supone que debo hacer y lo que realmente quiero hacer. Y en estos momentos me siento perdida, sin motivación por nada, sin motivo para seguir adelante. No le encuentro sentido a nada de lo que hago y no tengo intenciones de encontrárselo. Aquí se está bien, se está cómodo cuando ya te has quitado de encima todo el peso de esa máscara que te cubre ante los demás, cuando realmente dejas el engaño atrás y te quedas desnudo ante ti mismo. Cuando ya has tocado fondo te das cuenta de que nada puede ir peor y que no tienes nada más que perder, así que estás dispuesto a pasar de todo y de todos porque ya no van a ser capaces de destruirte más.