viernes, 16 de noviembre de 2012

Me gustan los lunes, queda menos para el viernes.

Eludir las preocupaciones. Evitar el dolor. Sonreír siempre. Ser optimista. Encontrar el punto bueno a cualquier adversidad. Ganar en toda situación. No mirar atrás. Creer en los sueños. Sentirse invencible.

Y explotar.

Explotar ruidosamente. Suena bien eso de ser feliz por norma. Pero es una mierda.

Hoy he explotado. La construcción que parecía indestructible, esa hecha de momentos de risa y alegría, del no caer ni decepcionarse, ha explotado dentro de mí. Se ha desmoronado por si sola.

Es una decepción. Y vuelvo a no estar segura sobre como he de vivir. Me doy cuenta que no sé organizar mi vida. En el día que fui consciente de la necesidad de hacerlo, perdí la ingenuidad de no plantearlo. Entonces, era cuando me sentía mejor.

Antes no pensaba en si debía hacer una cosa u otra para lograr algo, no me preocupaba a donde quería llegar. Yo sólo llegaba, y al hacerlo, me sentía tan realizada, que no me planteaba si quizás me hubiese gustado otro destino. E incluso estaba encantada con el camino. Habría otras rutas, pero en la mía todo era de color amarillo.

Y me siento mal.
La explosión es decepcionante.
Vuelvo al punto de partida. Hace a penas 2 años.
Y pasan los días. Y los dejo pasar. Sin más.
Hubo días en que parecía ser como antes, como cuando todo era fácil.
De hecho, cuando estoy contigo, la mayor parte del tiempo es así: no sé el porqué, pero me gusta el punto al que llegamos casi tanto como la manera que tenemos de alcanzarlo. Momentos de abstracción. De invencibilidad.

Pero hace tiempo que los días sin ti me parecen feos.
Hoy me he dado cuenta.
No quería hacerlo. Me gustaba mi sistema, parecía eficaz.
Es como tener crisis cíclicas en mi mundo interior.

La parte buena (o quizás no) es que he conseguido llegar a una conclusión: no puedo establecer cómo vivir. Hay instantes que me harán temblar de felicidad, pero otros lo harán por el frío. Y no puedo ignorarlos. Ni tan siquiera maquillarlos para que sean parte de mi castillo de ilusiones bonitas y frases de superación.

¡No existe un patrón!
Pero es imposible no buscarlo...

Yo sólo quiero estar bien contigo.
Y ver en tus ojos el brillo de quién vive ilusionado, feliz.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Sonrisas

Pienso. Suspiro. Abro la puerta, cojo las llaves. Corro hacia a ti. No puedes dejarme así. No puedo dejarte ir así. Sonríes. Te beso, me abrazas. Adiós, grandullón.

Llegas, trastocas mi mundo y me elevas arriba, arriba, arriba y más allá. Toco el cielo. Te toco a ti. Me hundo en ti. En tu sonrisa. Preciosa. Sincera.

Creamos ese mundo idílico. Nosotros y la habitación. Sin tiempo. Sin ropa. Sin normas. No me importa nada, sólo tú... Y tu sonrisa.

Me deslizo. Caigo. Ficción. Ahora recuerdo: no hay tiempo. No existe... Aquí, no. Sonrío.

Comida china. Pizzas. 43 y limonada. Perejil. Cerveza. Patatas. Natillas. Galletas. Cigarros. Está listo. Me giro y me estas mirando. Interesante. Inquieto. Sonriendo. Increíblemente guapo.

Vivimos más allá. En punto muerto. En la isla. Pero, de repente... ¿qué es eso? ¡Se va el barco! Tú con él. No recordaba el otro mundo, el oscuro, el inhóspito, el que no quiero, el que es real (¡tanto como el nuestro!), por el que sí pasa el tiempo. Caigo, otra vez. Y siento que voy a morir de amor cuando empiezas a descender las interminables escaleras que te alejan gradualmente de mí. Se me encoge el corazón. Todo es tan grande, tan bello. Lloro. Y mientras tu cabeza desaparece entre escalones, esbozo la sonrisa más sincera jamás. Soy feliz. Y es sencillamente, por verte sonreír.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Gracias, mi tiquitito.

Hace un tiempo que ya no sé qué hago. Hace un tiempo que intento llenarme con cosas que no son de verdad. Hace un tiempo que no me siento bien. Hace un tiempo que lloro. Habitualmente. Hace un tiempo que como a deshoras y duermo porque ya no me aguanto más de pie. Hace un tiempo, joder... Hace un tiempo.

Estoy aquí, despierta, a las 6 de la mañana. Es martes. Mañana tengo examen de japonés, no he estudiado. Hoy me desperté a las 3 de la tarde. Pero me desperté con ganas de verte. Hace ya un par de años que los principios de año no se me dan bien. Estos meses pueden conmigo. Me vengo abajo y me da por pensar qué coño es mi vida y qué estoy haciendo con ella. Me asusta pensar en todas las oportunidades que dejo pasar y en cómo el tiempo corre. Me duele y realmente me aterroriza no poder controlar mi porvenir. ¡Cuántas cosas me habré perdido sólo por estar tirada en el sofá, no haciendo nada más que jugar a Angry Birds mientras ponen Pasapalabra! Cuántas cosas... Cuántas preguntas, 'qué pocas respuestas! ¿Realmente me gusta estudiar matemáticas? ¿Qué va a ser de mi futuro? ¿No estoy sola? ¿Me echan de menos?

Aún así, este año es diferente a los demás. Este año estás tú. Y cuando tú estás, todo se desvanece y sólo existes tú. Tú, tú, tú. Grandullón. Y eso me da la fuerza para no caer, para mantenerme a flote, esperando poco a poco a que se calmen las cosas, como siempre. Tu sonrisa desviando la mirada, escondiéndote en la almohada. Tu entusiasmo por las 4 horas de clase del martes con un buen profesor. Tu manera de preocuparte por mi. Y la forma en que me haces sonreír. Y como has conseguido que me gusten los lunes. Las noches contigo. Los paseos. La playa. Tus besos. Te quiero. Has conseguido que cualquier cosa sea insignificante a tu lado. Pero ahora vuelvo aquí, al piso, y me ahogo sin ti.

"Todo se arreglará." Y yo sonrío, nada más. Te darás cuenta que esto es una forma de decirte que te necesito más que nunca, pero que no quiero admitirlo. Así que, cuando leas esto, haz como si no lo hubieras hecho, olvídate de ello, pero por favor, abrázame fuerte el viernes.