miércoles, 2 de mayo de 2012

Sonrisas

Pienso. Suspiro. Abro la puerta, cojo las llaves. Corro hacia a ti. No puedes dejarme así. No puedo dejarte ir así. Sonríes. Te beso, me abrazas. Adiós, grandullón.

Llegas, trastocas mi mundo y me elevas arriba, arriba, arriba y más allá. Toco el cielo. Te toco a ti. Me hundo en ti. En tu sonrisa. Preciosa. Sincera.

Creamos ese mundo idílico. Nosotros y la habitación. Sin tiempo. Sin ropa. Sin normas. No me importa nada, sólo tú... Y tu sonrisa.

Me deslizo. Caigo. Ficción. Ahora recuerdo: no hay tiempo. No existe... Aquí, no. Sonrío.

Comida china. Pizzas. 43 y limonada. Perejil. Cerveza. Patatas. Natillas. Galletas. Cigarros. Está listo. Me giro y me estas mirando. Interesante. Inquieto. Sonriendo. Increíblemente guapo.

Vivimos más allá. En punto muerto. En la isla. Pero, de repente... ¿qué es eso? ¡Se va el barco! Tú con él. No recordaba el otro mundo, el oscuro, el inhóspito, el que no quiero, el que es real (¡tanto como el nuestro!), por el que sí pasa el tiempo. Caigo, otra vez. Y siento que voy a morir de amor cuando empiezas a descender las interminables escaleras que te alejan gradualmente de mí. Se me encoge el corazón. Todo es tan grande, tan bello. Lloro. Y mientras tu cabeza desaparece entre escalones, esbozo la sonrisa más sincera jamás. Soy feliz. Y es sencillamente, por verte sonreír.